Boletín de fecha 04-Dic-2006
Por qué nos referimos a estos dos pensadores políticos de izquierda.
Para el marxismo, diversos son los caminos para llegar a la victoria, puede servir el de Lenín, el de Mao Tse Tung, el de la Social Democracia europea, o cualquier otro que le permita tomar el poder. Los dos pensadores que tratamos en este boletín constituyen la esencia de la estrategia comunista actual vigente, luego del fracaso de llegar por medio de las armas. Por ello entendemos que es necesario su conocimiento para, con esa base, interpretar mejor los boletines que vendrán referidos al período que se inicia luego del 10 de diciembre de 1983.
Antonio Gramsci (1891-1937)
De origen socialista, en 1920 se escindió de su partido con la “fracción comunista” que el 21 de enero de 1921 formó el Partido Comunista Italiano – PCI - como integrante de su “Comité Central”. Viajó a Rusia donde vivió varios años, durante los cuales intimó con Lenín, pudo tratar a Trotsky y Stalin, conoció a quien sería su esposa y pasó a ser el hombre de confianza de la URSS para pergeñar el comunismo en Italia. ( Debe destacarse que en aquella época los partidos comunistas que se creaban en distintos países eran considerados “secciones” del PC de la URSS ). Volvió a su país en 1924 donde fue electo diputado por el PCI y en 1926 fue detenido, acusado de incitación al odio de clases, de instigación a la guerra civil y otros cargos. Dos años después fue condenado a 20 años de cárcel donde murió en 1937.
Gramsci, jamás publicó libro alguno. A partir de 1929, autorizado por sus carceleros escribió más de cincuenta cuadernos que a su muerte se publicarían como “Quaderni del Carcere” y que, si bien, contenían reflexiones sobre temas diversos , su línea de pensamiento la constituía “el papel de los intelectuales en la sociedad” . Para el comunismo italiano, su obra representó la forma de introducir el materialismo histórico en un país de profunda raíz cultural occidental. Es decir, es el teórico de la revolución cultural en occidente. Esos cuadernos fueron publicados en nuestro país en seis volúmenes
( por primera vez en castellano), entre 1948 y 1951.
La filosofía básica del pensador italiano era llegar al poder carcomiendo los pilares de una sociedad. Al contrario de Lenín que pretendía como primer objetivo apoderarse del Estado para desde allí ejecutar el cambio, Gramsci decía que había que comenzar por la conquista de la mente de la sociedad civil para finalmente, lograr la toma del poder político.
Para Gramsci, no se debía apuntar a los medios de producción como decía Marx, ni a los medios de poder político como decía Lenín, sino a los medios de comunicación, la cultura y la educación. Para ello era vital el control de los centros de difusión del pensamiento tales como universidades, colegios, prensa, radio, ( hoy, televisión) etc. Sostenía que un poder político que no tuviera una sociedad que le respondiera ideológicamente , estaba girando en el vacío. Si se lograba que la mayoría aceptara la ideología socialista, la toma del poder político sería como recoger una fruta madura. Se trata de una estrategia sin tiempo, donde sus alianzas pueden desorientar, pueden cambiar, pero sus objetivos son invariables: ¡ Suplir los valores sobre los que asienta la sociedad !
Gramsci asignó importancia a ganarse a los intelectuales tradicionales que, aunque no involucrados en la política, influyen en la propagación de las ideas. Decía que la sociedad comienza a resquebrajarse cuando aparecen teólogos, militares, profesores, periodistas, que empiezan a renegar de la sociedad a la cual pertenecen, es decir que traicionan a la misma y aunque no se declaren partidarios de tendencias marxistas, se preparan para la nueva hegemonía que va adquiriendo cuerpo.
El pensador italiano también había prevenido y recomendado las acciones a tomar con aquellos que, al percibir el accionar de los infiltrados y los medios empleados para lograr su objetivo final, reaccionan en consecuencia, tratando de ponerlos en evidencia.
Gramsci recomendó acallarlos por medio de los órganos de difusión cultural y astutamente, denigrarlos y ridiculizarlos, haciendo mofa de sus dichos y calificándolos de retardatarios, hombres de las cavernas, fascistas y otros epítetos que a diario apreciamos en nuestros medios de comunicación.
A pesar de su manifiesto anticlericalismo, Gramsci creía que la Iglesia, junto con la Educación, constituía una de las dos instituciones culturales superiores de un país, desde que conformaban el “sentido común de la sociedad”, esto es el sentido valorativo de ella (lo que está bien y lo que está mal ).
Estaba convencido que todo progreso en el orden científico implicaba un retroceso en el campo de la fe, de allí su rechazo absoluto al sentido de trascendencia y su concepción de la inutilidad de las religiones, a las que consideraba utópicas.
Pregonaba un “materialismo” basado en el deseo de encontrar en esta tierra y no en otro lugar el sentido de la vida, rechazando categóricamente el “más allá” u otra vida religiosa. Es decir, el “materialismo” como sinónimo de antiespiritualismo. Esta concepción de repudiar el espiritualismo o a la cosmovisión religiosa de la existencia, se denomina “inmanencia” en contraposición a la “trascendencia”.
Gramsci consideraba particularmente al catolicismo como su peor enemigo convencido que mientras prevaleciera, no habría perspectiva de éxito para el marxismo. Por tal causa, delineó algunas pautas que apoyaban su estrategia contrarreligiosa dentro de su intención general de suplir los valores sobre los que se asienta la sociedad.
Apoyar el “modernismo, que puede operar la destrucción de la Iglesia al intelectualizar la fe, estableciendo así una brecha insalvable entre el clero y el pueblo que facilitaría la prédica marxista.
Favorecer la decadencia religiosa, influyendo sobre los sacerdotes para inclinarlos a subestimar lo trascendente reemplazándolo por acción social .
A poco que se analice el deterioro progresivo que vienen sufriendo los valores de nuestra cultura y el cambio de “modelos” que nos proponen utilizando los medios de comunicación social – gran parte en manos de inescrupulosos y de marxistas - se verá la influencia de la metodología de Gramsci utilizada a partir de la educación, por personeros del Estado.
Herbert Marcuse . “Hacer el amor y no la guerra”. (1898-1979)
«Para qué queremos una revolución si no conseguimos un hombre nuevo? Jamás lo he entendido. ¿Para qué? Naturalmente para lograr un hombre nuevo. Éste es el sentido de la revolución, tal como lo veía Marx, no la revolución burguesa»
A comienzos de 1820, surgió en Frankfurt (Alemania) un instituto de investigación social dirigido inicialmente por Mark Horkehein, que luego se llamó “Escuela de Frankfurt” cuyos principales representantes fueron : el crítico musical Theodor Adorno, el politólogo Walter Benjamín , el psicólogo Erich Fromm y el filósofo Herbert Marcuse. Esta escuela comenzó a estudiar el marxismo, no desde su óptica político-económica sino desde lo simbólico, lo psicológico y la social.
En 1933, debido a los acontecimientos europeos y la persecución nazi, los principales dirigentes de esta escuela emigraron, asentándose en la Universidad de Columbia en los EEUU donde desarrollaron y difundieron la denominada “Teoría Crítica” que estaba dirigida hacia la sociedad occidental capitalista a la que declaraban oprimida por la mentalidad “Judeo/Cristiana”.
Según su concepto, esa opresión se ejercía a través de la manipulación de los medios de comunicación social, con el objeto de imponer en las personas de la sociedad norteamericana una cultura de “aberraciones sociales”. Aclaramos que dentro de esa calificación, Marcuse incluía instituciones tales como : la familia, la autoridad, el patriotismo, la moral sexual, la lealtad, la tradición, etc.
La “Teoría Critica” asigna a la cultura de la civilización occidental el cometer toda clase de genocidios contra el resto de las culturas (el mito rousseauniano del buen salvaje, “el hombre nace bueno y la sociedad lo pervierte” ). Según esa concepción, nuestra civilización es represora de las minorías étnicas, los homosexuales, los consumidores de drogas, las mujeres, los transexuales etc. y de fomentar, por añadidura todas las “conductas fascistas”
Así como el marxismo clásico culpó a las clases capitalistas, Marcuse criminalizó a la clase media por las mismas conductas de la clase capitalista. Su idea fue convencer que los que crecían en familias tradicionales eran “nazis potenciales” al igual que los practicantes de religiones tradicionales.
Pero quizás, el hito más importante de este filósofo ha sido su libro “La Tolerancia Represiva” que muy pronto se convertiría en la lectura de moda entre los estudiantes de los EEUU, cuando ardían los campus universitarios con la violencia desatada de los años 60 contra la guerra de Viet Nam. Su figura venerada entre los más radicalizados por sus discursos llamando a la “rebelión” y a la “deserción”, son iconos de la época. Fue suya la consigna “haz el amor y no la guerra” que inspiró en Europa el “Mayo Francés” en 1969.
En su obra “Eros y Civilización” reinterpretó a Freud en cuanto a las causas de la represión social y sexual. Así se convirtió en el máximo abanderado de la revolución sexual, sumando a la teoría marxista, que la revolución debía partir del “erotismo sin límite alguno” que era el derecho a la “felicidad total” a través de los sentidos. Su enseñanza definitiva era romper con todo lo hasta aquí alcanzado por la cultura Judeo/Cristiana, de ahí la consigna “prohibido prohibir” que muchos vieron en las paredes de París en el “mayo francés” y que también se reprodujeron en el “cordobazo”.
Resulta inexplicable para el observador común el hecho que Marcuse haya tratado de socabar y destruir los pilares de la sociedad que lo socorrió del peligro nazi y le brindó asilo, precisamente por adhesión a esos valores que él consideraba “aberrantes”.
Este marxismo cultural, psicológico y comunicacional tuvo y aún tiene, amplia repercusión en los ámbitos universitarios y artísticos de la Argentina. Actualmente la “Fundación Walter Benjamín” es la representante en Buenos Aires, de este pensamiento, entre su Comité Consultivo se destacan Eva Giberti (madre del soldado Invernizzi entregador del Comando del Sanidad. (Ver Boletín N° 20 ) Héctor Schmucler conocido marxista e Ismar de Oliveira, de la Universidad de San Pablo y teórico del “Foro de San Pablo” que sostiene las nuevas formas de lucha para tomar el poder en latinoamérica, estrategia elaborada por Fidel Castro, Lula y otros dirigentes comunistas luego de la caída del muro de Berlín que marcó el fracaso mundial del marxismo leninismo ( más conocido como comunismo).
El menoscabo de la “propiedad privada” cambiada por el concepto comunista de “propiedad social”; la intervención estatal en asuntos estrictamente familiares y privados basada en el supuesto “estado de bienestar”; la alteración del código moral transmitido al Occidente por generaciones, reemplazado por lo que se denomina “políticamente correcto” como despenalizar el aborto, liberar el consumo de drogas, tolerar las conductas más disolutas, desviadas y descarriadas , el copamiento de los medios de comunicación social para neutralizar las disidencias al “pensamiento único”; la subversión de los conceptos jurídicos tradicionales; el fomento de la anarquía y el pacifismo a ultranza, fueron conformando lo que actualmente se denomina “Marxismo Cultural”, cuyos máximos referentes e inspiradores fueron H. Marcuse y A. Gramsci.
FIN DEL BOLETÍN Nro 82.
Por qué nos referimos a estos dos pensadores políticos de izquierda.
Para el marxismo, diversos son los caminos para llegar a la victoria, puede servir el de Lenín, el de Mao Tse Tung, el de la Social Democracia europea, o cualquier otro que le permita tomar el poder. Los dos pensadores que tratamos en este boletín constituyen la esencia de la estrategia comunista actual vigente, luego del fracaso de llegar por medio de las armas. Por ello entendemos que es necesario su conocimiento para, con esa base, interpretar mejor los boletines que vendrán referidos al período que se inicia luego del 10 de diciembre de 1983.
Antonio Gramsci (1891-1937)
De origen socialista, en 1920 se escindió de su partido con la “fracción comunista” que el 21 de enero de 1921 formó el Partido Comunista Italiano – PCI - como integrante de su “Comité Central”. Viajó a Rusia donde vivió varios años, durante los cuales intimó con Lenín, pudo tratar a Trotsky y Stalin, conoció a quien sería su esposa y pasó a ser el hombre de confianza de la URSS para pergeñar el comunismo en Italia. ( Debe destacarse que en aquella época los partidos comunistas que se creaban en distintos países eran considerados “secciones” del PC de la URSS ). Volvió a su país en 1924 donde fue electo diputado por el PCI y en 1926 fue detenido, acusado de incitación al odio de clases, de instigación a la guerra civil y otros cargos. Dos años después fue condenado a 20 años de cárcel donde murió en 1937.
Gramsci, jamás publicó libro alguno. A partir de 1929, autorizado por sus carceleros escribió más de cincuenta cuadernos que a su muerte se publicarían como “Quaderni del Carcere” y que, si bien, contenían reflexiones sobre temas diversos , su línea de pensamiento la constituía “el papel de los intelectuales en la sociedad” . Para el comunismo italiano, su obra representó la forma de introducir el materialismo histórico en un país de profunda raíz cultural occidental. Es decir, es el teórico de la revolución cultural en occidente. Esos cuadernos fueron publicados en nuestro país en seis volúmenes
( por primera vez en castellano), entre 1948 y 1951.
La filosofía básica del pensador italiano era llegar al poder carcomiendo los pilares de una sociedad. Al contrario de Lenín que pretendía como primer objetivo apoderarse del Estado para desde allí ejecutar el cambio, Gramsci decía que había que comenzar por la conquista de la mente de la sociedad civil para finalmente, lograr la toma del poder político.
Para Gramsci, no se debía apuntar a los medios de producción como decía Marx, ni a los medios de poder político como decía Lenín, sino a los medios de comunicación, la cultura y la educación. Para ello era vital el control de los centros de difusión del pensamiento tales como universidades, colegios, prensa, radio, ( hoy, televisión) etc. Sostenía que un poder político que no tuviera una sociedad que le respondiera ideológicamente , estaba girando en el vacío. Si se lograba que la mayoría aceptara la ideología socialista, la toma del poder político sería como recoger una fruta madura. Se trata de una estrategia sin tiempo, donde sus alianzas pueden desorientar, pueden cambiar, pero sus objetivos son invariables: ¡ Suplir los valores sobre los que asienta la sociedad !
Gramsci asignó importancia a ganarse a los intelectuales tradicionales que, aunque no involucrados en la política, influyen en la propagación de las ideas. Decía que la sociedad comienza a resquebrajarse cuando aparecen teólogos, militares, profesores, periodistas, que empiezan a renegar de la sociedad a la cual pertenecen, es decir que traicionan a la misma y aunque no se declaren partidarios de tendencias marxistas, se preparan para la nueva hegemonía que va adquiriendo cuerpo.
El pensador italiano también había prevenido y recomendado las acciones a tomar con aquellos que, al percibir el accionar de los infiltrados y los medios empleados para lograr su objetivo final, reaccionan en consecuencia, tratando de ponerlos en evidencia.
Gramsci recomendó acallarlos por medio de los órganos de difusión cultural y astutamente, denigrarlos y ridiculizarlos, haciendo mofa de sus dichos y calificándolos de retardatarios, hombres de las cavernas, fascistas y otros epítetos que a diario apreciamos en nuestros medios de comunicación.
A pesar de su manifiesto anticlericalismo, Gramsci creía que la Iglesia, junto con la Educación, constituía una de las dos instituciones culturales superiores de un país, desde que conformaban el “sentido común de la sociedad”, esto es el sentido valorativo de ella (lo que está bien y lo que está mal ).
Estaba convencido que todo progreso en el orden científico implicaba un retroceso en el campo de la fe, de allí su rechazo absoluto al sentido de trascendencia y su concepción de la inutilidad de las religiones, a las que consideraba utópicas.
Pregonaba un “materialismo” basado en el deseo de encontrar en esta tierra y no en otro lugar el sentido de la vida, rechazando categóricamente el “más allá” u otra vida religiosa. Es decir, el “materialismo” como sinónimo de antiespiritualismo. Esta concepción de repudiar el espiritualismo o a la cosmovisión religiosa de la existencia, se denomina “inmanencia” en contraposición a la “trascendencia”.
Gramsci consideraba particularmente al catolicismo como su peor enemigo convencido que mientras prevaleciera, no habría perspectiva de éxito para el marxismo. Por tal causa, delineó algunas pautas que apoyaban su estrategia contrarreligiosa dentro de su intención general de suplir los valores sobre los que se asienta la sociedad.
Apoyar el “modernismo, que puede operar la destrucción de la Iglesia al intelectualizar la fe, estableciendo así una brecha insalvable entre el clero y el pueblo que facilitaría la prédica marxista.
Favorecer la decadencia religiosa, influyendo sobre los sacerdotes para inclinarlos a subestimar lo trascendente reemplazándolo por acción social .
A poco que se analice el deterioro progresivo que vienen sufriendo los valores de nuestra cultura y el cambio de “modelos” que nos proponen utilizando los medios de comunicación social – gran parte en manos de inescrupulosos y de marxistas - se verá la influencia de la metodología de Gramsci utilizada a partir de la educación, por personeros del Estado.
Herbert Marcuse . “Hacer el amor y no la guerra”. (1898-1979)
«Para qué queremos una revolución si no conseguimos un hombre nuevo? Jamás lo he entendido. ¿Para qué? Naturalmente para lograr un hombre nuevo. Éste es el sentido de la revolución, tal como lo veía Marx, no la revolución burguesa»
A comienzos de 1820, surgió en Frankfurt (Alemania) un instituto de investigación social dirigido inicialmente por Mark Horkehein, que luego se llamó “Escuela de Frankfurt” cuyos principales representantes fueron : el crítico musical Theodor Adorno, el politólogo Walter Benjamín , el psicólogo Erich Fromm y el filósofo Herbert Marcuse. Esta escuela comenzó a estudiar el marxismo, no desde su óptica político-económica sino desde lo simbólico, lo psicológico y la social.
En 1933, debido a los acontecimientos europeos y la persecución nazi, los principales dirigentes de esta escuela emigraron, asentándose en la Universidad de Columbia en los EEUU donde desarrollaron y difundieron la denominada “Teoría Crítica” que estaba dirigida hacia la sociedad occidental capitalista a la que declaraban oprimida por la mentalidad “Judeo/Cristiana”.
Según su concepto, esa opresión se ejercía a través de la manipulación de los medios de comunicación social, con el objeto de imponer en las personas de la sociedad norteamericana una cultura de “aberraciones sociales”. Aclaramos que dentro de esa calificación, Marcuse incluía instituciones tales como : la familia, la autoridad, el patriotismo, la moral sexual, la lealtad, la tradición, etc.
La “Teoría Critica” asigna a la cultura de la civilización occidental el cometer toda clase de genocidios contra el resto de las culturas (el mito rousseauniano del buen salvaje, “el hombre nace bueno y la sociedad lo pervierte” ). Según esa concepción, nuestra civilización es represora de las minorías étnicas, los homosexuales, los consumidores de drogas, las mujeres, los transexuales etc. y de fomentar, por añadidura todas las “conductas fascistas”
Así como el marxismo clásico culpó a las clases capitalistas, Marcuse criminalizó a la clase media por las mismas conductas de la clase capitalista. Su idea fue convencer que los que crecían en familias tradicionales eran “nazis potenciales” al igual que los practicantes de religiones tradicionales.
Pero quizás, el hito más importante de este filósofo ha sido su libro “La Tolerancia Represiva” que muy pronto se convertiría en la lectura de moda entre los estudiantes de los EEUU, cuando ardían los campus universitarios con la violencia desatada de los años 60 contra la guerra de Viet Nam. Su figura venerada entre los más radicalizados por sus discursos llamando a la “rebelión” y a la “deserción”, son iconos de la época. Fue suya la consigna “haz el amor y no la guerra” que inspiró en Europa el “Mayo Francés” en 1969.
En su obra “Eros y Civilización” reinterpretó a Freud en cuanto a las causas de la represión social y sexual. Así se convirtió en el máximo abanderado de la revolución sexual, sumando a la teoría marxista, que la revolución debía partir del “erotismo sin límite alguno” que era el derecho a la “felicidad total” a través de los sentidos. Su enseñanza definitiva era romper con todo lo hasta aquí alcanzado por la cultura Judeo/Cristiana, de ahí la consigna “prohibido prohibir” que muchos vieron en las paredes de París en el “mayo francés” y que también se reprodujeron en el “cordobazo”.
Resulta inexplicable para el observador común el hecho que Marcuse haya tratado de socabar y destruir los pilares de la sociedad que lo socorrió del peligro nazi y le brindó asilo, precisamente por adhesión a esos valores que él consideraba “aberrantes”.
Este marxismo cultural, psicológico y comunicacional tuvo y aún tiene, amplia repercusión en los ámbitos universitarios y artísticos de la Argentina. Actualmente la “Fundación Walter Benjamín” es la representante en Buenos Aires, de este pensamiento, entre su Comité Consultivo se destacan Eva Giberti (madre del soldado Invernizzi entregador del Comando del Sanidad. (Ver Boletín N° 20 ) Héctor Schmucler conocido marxista e Ismar de Oliveira, de la Universidad de San Pablo y teórico del “Foro de San Pablo” que sostiene las nuevas formas de lucha para tomar el poder en latinoamérica, estrategia elaborada por Fidel Castro, Lula y otros dirigentes comunistas luego de la caída del muro de Berlín que marcó el fracaso mundial del marxismo leninismo ( más conocido como comunismo).
El menoscabo de la “propiedad privada” cambiada por el concepto comunista de “propiedad social”; la intervención estatal en asuntos estrictamente familiares y privados basada en el supuesto “estado de bienestar”; la alteración del código moral transmitido al Occidente por generaciones, reemplazado por lo que se denomina “políticamente correcto” como despenalizar el aborto, liberar el consumo de drogas, tolerar las conductas más disolutas, desviadas y descarriadas , el copamiento de los medios de comunicación social para neutralizar las disidencias al “pensamiento único”; la subversión de los conceptos jurídicos tradicionales; el fomento de la anarquía y el pacifismo a ultranza, fueron conformando lo que actualmente se denomina “Marxismo Cultural”, cuyos máximos referentes e inspiradores fueron H. Marcuse y A. Gramsci.
FIN DEL BOLETÍN Nro 82.
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