Boletín del 05 de noviembre de 2004
LA GUERRA REVOLUCIONARIA - Marco Mundial
Desde 1917 el mundo debió soportar los planes sistemáticos y permanentes de exportación de la revolución bolchevique iniciada en Rusia y caracterizada por un claro espíritu expansivo.
Pero fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando los dos aliados circunstanciales y potencias emergentes, Rusia y los EEUU, agudizaron sus diferencias basadas en concepciones y valores claramente contrapuestos.
Para entonces, el mundo se alineó en dos grandes bloques hegemonizados cada uno por esas potencias que constituían modelos culturales, políticos y económicos diferenciados: los EEUU como líder de un occidentalismo que propiciaba a las democracias capitalistas y Rusia con una concepción materialista y propulsora de un socialismo revolucionario. Ambas potencias trataban de ganar espacios de poder (países o regiones) a expensas de las que dominaba su adversario, utilizando para ello todos los medios disponibles (políticos, económicos, diplomáticos y militares).
Los EEUU y Rusia eran en ese momento los únicos poseedores de poder nuclear. Poco tiempo antes el mundo había comprobado la terrible capacidad destructiva de las bombas atómicas lanzadas sobre el Japón ( Hiroshima y Nagasaki ) y se estimaba que una conflagración bélica con este tipo de armas podía conducir a la destrucción prácticamente total del mundo: al Holocausto Nuclear. De allí que esta convicción indujera a las potencias a la disuasión de emplear armamento atómico y a buscar la forma de mantener el conflicto por otros medios. Así dio comienzo la ‘Guerra Fría’, esto es, una contienda permanente aunque indirecta y de carácter convencional ( no atómico) entre las potencias, que se materializó desplazándose hacia zonas o países periféricos.
En una primera etapa Rusia obtuvo mayores avances, debido a que muchos países que pertenecían tradicionalmente al bloque Occidental bajo la forma política de ‘colonias’ ( en Asia y África ), estaban transitando por una etapa de independencia y descolonización que facilitaba la alianza de los grupos nacionalistas con los revolucionarios marxistas. Estas uniones generaron la aparición de los ‘Frentes de Liberación’ que, una vez lograda la independencia en su mayoría resultaron copados por los marxistas, quienes finalmente eliminaban a sus aliados ocasionales. El ejemplo más claro al respecto pudo observarse en la guerra que libró China por la invasión del Japón; allí se aliaron los nacionalistas de Chiang Kai Seik con los comunistas de Mao Tse Tung, los que resultaron dueños absolutos del poder una vez derrotado el invasor.
Este tipo de guerra denominada ‘Guerra Revolucionaria’ ( o Guerra Subversiva, que es sinónimo) fue la estrategia política-ideológica que empleó Rusia durante la ‘Guerra Fría’ para continuar su expansión comunista. En el caso de países invadidos o dominados colonialmente, la Guerra Revolucionaria exaltaba el nacionalismo y consistía en la construcción de un ejército no convencional que condujera al enfrentamiento contra las fuerzas de ocupación.
La Guerra Revolucionaria comunista tuvo significativos triunfos en aquellos casos que puso en ejecución la ‘Guerra de Guerrillas’, antigua táctica empleada en todos los tiempos y por todos los ejércitos en inferioridad de fuerzas. La ‘Guerra de Guerrillas’ consiste en la división de la tropa en multitud de fracciones menores de combatientes bajo un mando superior único que, con uniformes y armas a la vista, hostilizan al enemigo en todas partes . En algunos casos son complementados por civiles que actúan al margen de las leyes de guerra y a los que se denomina partisanos.
La Guerra de Guerrillas, como forma particular de la Guerra Revolucionaria, tuvo una importancia y repercusión mundial notables en los casos de las guerras por la independencia de Indochina y Argelia contra la colonización francesa y posteriormente, en la guerra de Vietnam contra los EEUU.
Es importante destacar que el empleo de la Guerra Revolucionaria fue una de las características del conflicto desatado por el movimiento comunista internacional para imponer la doctrina y el sistema marxista-leninista en el mundo, operando en los campos político, económico, psicosocial, cultural y militar. Es decir que su objetivo va más allá de la simple conquista de un espacio determinado o de ciertos grupos humanos, sino que persigue mediante la toma del poder político, el dominio del hombre y de su destino.
Cada vez que lo consideraron necesario para obtener sus fines, los revolucionarios marxistas apelaron al empleo del ‘terrorismo’, esto es, el método de usar sistemáticamente la violencia para conseguir objetivos; De esa forma lograba el efecto perseguido: la creación de un estado espiritual de inseguridad, desazón, desorientación y miedo en la población que generaba su parálisis y facilitaba luego su dominio y posterior control.
Consideramos necesario reiterar que las organizaciones subversivas planteaban la Guerra Revolucionaria como ‘total, integral y prolongada’; por lo tanto resulta fundamental entender que se trata de una lucha política, ideológica, económica, cultural y militar. Consecuentemente, esa experiencia nos impone estar alerta y mantener siempre un juicio racional con claridad de ideas para detectar ataques o desviaciones ideológicas-revolucionarias en cualquiera de esos ámbitos, a efectos de poder prevenir e impedir repeticiones sangrientas como las que nos tocó vivir.
FIN DEL BOLETIN Nro 002
Pero fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando los dos aliados circunstanciales y potencias emergentes, Rusia y los EEUU, agudizaron sus diferencias basadas en concepciones y valores claramente contrapuestos.
Para entonces, el mundo se alineó en dos grandes bloques hegemonizados cada uno por esas potencias que constituían modelos culturales, políticos y económicos diferenciados: los EEUU como líder de un occidentalismo que propiciaba a las democracias capitalistas y Rusia con una concepción materialista y propulsora de un socialismo revolucionario. Ambas potencias trataban de ganar espacios de poder (países o regiones) a expensas de las que dominaba su adversario, utilizando para ello todos los medios disponibles (políticos, económicos, diplomáticos y militares).
Los EEUU y Rusia eran en ese momento los únicos poseedores de poder nuclear. Poco tiempo antes el mundo había comprobado la terrible capacidad destructiva de las bombas atómicas lanzadas sobre el Japón ( Hiroshima y Nagasaki ) y se estimaba que una conflagración bélica con este tipo de armas podía conducir a la destrucción prácticamente total del mundo: al Holocausto Nuclear. De allí que esta convicción indujera a las potencias a la disuasión de emplear armamento atómico y a buscar la forma de mantener el conflicto por otros medios. Así dio comienzo la ‘Guerra Fría’, esto es, una contienda permanente aunque indirecta y de carácter convencional ( no atómico) entre las potencias, que se materializó desplazándose hacia zonas o países periféricos.
En una primera etapa Rusia obtuvo mayores avances, debido a que muchos países que pertenecían tradicionalmente al bloque Occidental bajo la forma política de ‘colonias’ ( en Asia y África ), estaban transitando por una etapa de independencia y descolonización que facilitaba la alianza de los grupos nacionalistas con los revolucionarios marxistas. Estas uniones generaron la aparición de los ‘Frentes de Liberación’ que, una vez lograda la independencia en su mayoría resultaron copados por los marxistas, quienes finalmente eliminaban a sus aliados ocasionales. El ejemplo más claro al respecto pudo observarse en la guerra que libró China por la invasión del Japón; allí se aliaron los nacionalistas de Chiang Kai Seik con los comunistas de Mao Tse Tung, los que resultaron dueños absolutos del poder una vez derrotado el invasor.
Este tipo de guerra denominada ‘Guerra Revolucionaria’ ( o Guerra Subversiva, que es sinónimo) fue la estrategia política-ideológica que empleó Rusia durante la ‘Guerra Fría’ para continuar su expansión comunista. En el caso de países invadidos o dominados colonialmente, la Guerra Revolucionaria exaltaba el nacionalismo y consistía en la construcción de un ejército no convencional que condujera al enfrentamiento contra las fuerzas de ocupación.
La Guerra Revolucionaria comunista tuvo significativos triunfos en aquellos casos que puso en ejecución la ‘Guerra de Guerrillas’, antigua táctica empleada en todos los tiempos y por todos los ejércitos en inferioridad de fuerzas. La ‘Guerra de Guerrillas’ consiste en la división de la tropa en multitud de fracciones menores de combatientes bajo un mando superior único que, con uniformes y armas a la vista, hostilizan al enemigo en todas partes . En algunos casos son complementados por civiles que actúan al margen de las leyes de guerra y a los que se denomina partisanos.
La Guerra de Guerrillas, como forma particular de la Guerra Revolucionaria, tuvo una importancia y repercusión mundial notables en los casos de las guerras por la independencia de Indochina y Argelia contra la colonización francesa y posteriormente, en la guerra de Vietnam contra los EEUU.
Es importante destacar que el empleo de la Guerra Revolucionaria fue una de las características del conflicto desatado por el movimiento comunista internacional para imponer la doctrina y el sistema marxista-leninista en el mundo, operando en los campos político, económico, psicosocial, cultural y militar. Es decir que su objetivo va más allá de la simple conquista de un espacio determinado o de ciertos grupos humanos, sino que persigue mediante la toma del poder político, el dominio del hombre y de su destino.
Cada vez que lo consideraron necesario para obtener sus fines, los revolucionarios marxistas apelaron al empleo del ‘terrorismo’, esto es, el método de usar sistemáticamente la violencia para conseguir objetivos; De esa forma lograba el efecto perseguido: la creación de un estado espiritual de inseguridad, desazón, desorientación y miedo en la población que generaba su parálisis y facilitaba luego su dominio y posterior control.
Consideramos necesario reiterar que las organizaciones subversivas planteaban la Guerra Revolucionaria como ‘total, integral y prolongada’; por lo tanto resulta fundamental entender que se trata de una lucha política, ideológica, económica, cultural y militar. Consecuentemente, esa experiencia nos impone estar alerta y mantener siempre un juicio racional con claridad de ideas para detectar ataques o desviaciones ideológicas-revolucionarias en cualquiera de esos ámbitos, a efectos de poder prevenir e impedir repeticiones sangrientas como las que nos tocó vivir.
FIN DEL BOLETIN Nro 002
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