Boletín de fecha 04 de julio de 2005
Los secuestros extorsivos base de las finanzas del terrorismo subversivo.
Cuando el secuestro se realiza en forma sistemática provoca un efecto moral y psíquico multiplicador, no sólo con el grupo familiar y social de la víctima, sino que afecta a la sociedad por entera que se siente amenazada e inerme ante las bandas que los perpetran:,.
Al igual que lo ocurrido en otras partes del mundo, en nuestro país las organizaciones terroristas subversivas emplearon en forma sistemática el secuestro extorsivo como medio para el logro de sus objetivos, a saber:
1- Obtener recursos económicos
2- Convencer a la población de su capacidad para disputar el poder a las autoridades y crear así un sentimiento generalizado de impunidad.
3- Demostrar presencia mediante estas acciones de “propaganda armada”.
4- Obtener información y / o colaboración .
En el primer caso, la obtención de recursos económicos, se apuntaba a blancos que pudieran aportar montos importantes o en corto tiempo. Estas acciones iban dirigidas preferentemente a empresarios o ejecutivos , banqueros y hombres de negocios a quienes la “Inteligencia de las organizaciones” estudiaba previa y detalladamente para centrar sus operaciones sobre los más rentables. En estos casos se asignaba prioridad a la obtención del botín, aunque no dejaban de explotarse propagandísticamente aquellas situaciones favorables a sus fines.
Muchos de los secuestros cometidos con fines económicos no eran reivindicados por las OPMI
( organización político militar ilegal ) y tampoco eran denunciados por los familiares de las víctimas, que se sometían al pago de los rescates exigidos para preservar la vida de sus seres queridos. Por ello una elevada proporción de secuestros no fue incluida en las estadísticas de la época, pese a lo cual ingentes sumas de dinero ingresaron por esa vía a las arcas de esas organizaciones.
Como referencia significativa Richard Gillespie expresa en su libro (“Montoneros, soldados de Perón”) “…en 1973 el ERP se concentró principalmente en el secuestro de hombres de negocios y los rescates le proporcionaron más de 30 millones de dólares”….
El índice más alto de secuestros extorsivos de estas características se materializó entre los años 1973 y 1975, durante gobiernos constitucionales, y produjo un éxodo masivo de empresarios nacionales y extranjeros -como así como así también varias empresas- hacia Uruguay y Brasil, desde donde intentaban continuar sus actividades una vez puestas a salvo sus familias.
En los siguientes casos (2, 3 y 4), los blancos seleccionados correspondían a personalidades gravitantes en los ámbitos político, económico, militar o social. Los secuestros eran difundidos con gran despliegue de información - normalmente en forma de “partes de guerra” - en los que se formulaban exigencias de neto carácter “revolucionario” para liberar a su víctima. Muchas veces se procedía al asesinato de la persona secuestrada al vencer el plazo impuesto o ante la aparición de fuerzas policiales. Así sucedió en los casos del general Aramburu, de los empresarios Sallustro, Kraiselburd y Gasparoux, del cónsul Eggan, del vicecomodoro Echegoyen y del teniente coronel Ibarzábal, entre otros .
Resulta esclarecedor señalar que en la Sentencia de la Causa 13 (juicio a los comandantes de las FFAA) entre los hechos probados consta una estadística de los crímenes cometidos por las OPMI durante la década 1969-1979 en la que se computan 1.748 secuestros. Si se tiene en cuenta que sólo durante los años 1974 y 1975 se registró el 31 % de la totalidad de esos delitos, obtendremos un guarismo de 542 secuestros extorsivos para ese bienio, lo que lleva al promedio para el mismo período a 22 secuestros mensuales.
A lo crudamente significativo de este número promedio de 22 secuestros extorsivos mensuales, deben adicionarse las cifras correspondientes a copamientos de localidades, asaltos a bancos, atentados con explosivos, ataques a guarniciones militares y policiales , asesinatos y desapariciones, para poder configurar someramente el clima de “Guerra Revolucionaria”que imperaba en la Argentina en aquella época sangrienta.
El secuestro de los hermanos Born
El 19 de septiembre de 1974, a escasas dos semanas de su publicitado pasaje a la clandestinidad, la OPMI Montoneros protagonizó el secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, titulares del holding empresario más importante de la Argentina, en una acción de tal precisión y velocidad que, sin duda, fue planeada y ensayada con bastante anticipación a aquella decisión de volver a la ilegalidad.
Ese día, a las 7 y media de la mañana, varias camionetas identificadas con el logotipo de la entonces empresa telefónica estatal (Entel) estacionaron en la esquina de avenida Libertador y la calle Acasusso de la bonaerense localidad de La Lucila. Un grupo de simulados operarios de la empresa, que vestían overoles grises y portaban cascos amarillos, descendió de las camionetas y colocó un semáforo portátil a una cuadra del estacionamiento, a la altura de la calle San Lorenzo, mediante el cual desviaban el tránsito proveniente del norte hacia la calle Ada Efflein que corre paralela a las vías del ferrocarril Mitre. También se colocaron otros carteles de forma tal de establecer un círculo que permitiera encerrar a sus víctimas, mientras un terrorista disfrazado de policía supervisaba el cumplimiento de las indicaciones viales agregadas. Otro de los falsos operarios trepó a un poste telefónico para actuar como vigía.
Pocos minutos después llegaron dos automóviles: el primero conducía a los empresarios y el segundo a su custodia, ambos seguidos de cerca por un tercer auto ocupado por cuatro subversivos. Los dos vehículos cumplieron estrictamente las alteradas señales de tránsito y desviaron por la calle Ada Efflein. Al llegar a la intersección con la calle Acasusso las falsas camionetas de Entel los chocaron de frente, inmovilizándolos.
El grupo comando terrorista se dividió en dos para actuar simultáneamente sobre cada vehículo. Uno se dirigió al auto de escolta cuyos custodios fueron neutralizados, desarmados y esposados en cuestión de segundos. El otro cargó sobre el auto principal y abrió fuego contra su conductor, Juan Carlos Pérez. El chófer murió de inmediato a consecuencia de un escopetazo que asimismo ultimó al tercer pasajero: Alberto Bosch, pariente de los Born y director de la empresa Molinos Río de la Plata. Los hermanos fueron reducidos rápidamente, encapuchados e introducidos en un automóvil, apoyado por otros dos que habían arribado a poco de iniciarse la acción. La fuga se encaminó hacia el oeste, en dirección a la avenida Maipú, para lo cual cruzaron por un paso a nivel cuyo guardabarreras también había sido previamente reducido y reemplazado por dos “partisanos” caracterizados como ferroviarios.
Esa tarde Montoneros hizo público un comunicado en el que reconocía su autoría en el secuestro e informaba que: “Las unidades básicas de combate José Sabino Navarro, Carlos Olmedo, Eduardo Beckerman y Pablo Van Lipke fueron los que actuaron en el operativo de secuestro de los directivos de uno de los grupos monopólicos más importantes de los que actuaban en el país - y señalaba- que los señores Born serían juzgados por sus actos.”
Pese a que el año 1974 marcó el récord histórico en número de secuestros denunciados, esta “Operación Mellizas”(así la bautizó la OPMI) produjo un profundo impacto en la sociedad argentina, no sólo por la precisión y celeridad con que se concretó - que daba la pauta del adiestramiento militar y disponibilidad de medios de la organización- sino por la innecesaria crueldad del doble asesinato, que marcaba la falta de escrúpulos y límites cuando se trataba de lograr algún objetivo propuesto.
El jefe de esta operación fue Roberto Quieto (nombre de guerra-NG- “Negro”), uno de los históricos fundadores de las FAR, quien dirigió a un total de 18 terroristas divididos en 5 grupos según la función a cumplir; entre ellos estaba Rodolfo Galimberti (NG “Loco-Galimba y Tano”) que años más tarde sorprendería a la opinión pública asociándose con quienes habían sido sus víctimas, en una patológica relación cuya finalidad no quedó clara, más allá de los beneficios económicos para ambas partes.
Varios comentarios muy posteriores de partícipes de este secuestro, permitieron inferir que el todo poderoso ex ministro de Economía, José Ber Gelbard, habría sido quien “marcó” a los hermanos Born como el blanco más rentable, versión plausible habida cuenta de la excelente relación que mantenía este funcionario con varios de los más conspicuos dirigentes montoneros, en su condición de encumbrado miembro del PCA ( Partido Comunista Argentino).
Otra característica urticante de este crimen consistió en que uno de los secuestrados, Jorge Born, fue quien sugirió a sus captores la suma de 60 millones de dólares como la máxima de probable cumplimiento por parte de sus empresas ( Libro “Montoneros: final de cuentas” del militante Juan Gasparini ). El monto de este rescate - otro triste récord mundial - superó ampliamente las pretensiones iniciales de Montoneros y brindó a la banda una solvencia económica y financiera que le permitió desarrollar y ampliar su estructura terrorista, a la vez que dilató significativamente el momento de su derrota militar.
Posteriores investigaciones y diversos escritos provenientes de distintas fuentes permitieron conocer el destino parcial del fabuloso rescate. Montoneros entregó 17 millones de dólares para inversiones financieras al banquero David Graiver, quien los derivó primero a Suiza y luego a los EEUU.La muerte de Graiver en un supuesto accidente aéreo permite inferir que gran parte de esa suma no fue recuperada por la organización.
Se conoce también que, entre octubre 74 y diciembre 75 Horacio Verbitsky, miembro de la Icia. montonera, fue designado jefe de la "Base Lima" en el Perú desde donde, mediante el uso del correo diplomático y con la complicidad de las embajadas cubanas, logró transferir a La Habana una suma superior a los 20 millones de dólares. El nivel de vida que llevaron por más de 10 años los miembros de la Conducción Nacional y otros jefes montoneros, tanto en México DF como en Roma, París ,La Haya o Madrid, la calidad de sus residencias y el ritmo de sus viajes, también nos brindan una referencia bastante evidente sobre la utilización de los fondos restantes.
FIN DEL BOLETIN Nro 026
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